Tu madre y yo somos unas cerdas, cariño.
Datte: 03/04/2020,
Catégories:
Hardcore,
Mature,
BDSM / Fétichisme
... a la superficie mientras las dos mujeres le lamían el culo. Relajaba el músculo anal para percibir cómo le metían la punta. Adriana pasó a chuparle los huevos, con la frente pegada al culo, y Elisa ladeó la cabeza, mamándole la polla que mantenía erecta hacia abajo. Curro ya gemía escandalosamente y ya no podía más. Se irguió y se giró hacia ellas sacudiéndose la verga a la desesperada. Las dos aguardaban arrodilladas, con las bocas abiertas y las lenguas por fuera. Una intensa lluvia de leche cayó sobre sus rostros, gruesos pegotes blancos y espesos que dejaron sus caras y bocas rociadas de semen. Les ofreció la polla para que lamieran los residuos que aún fluían de la punta. Curro parecía relajarse con suspiros eléctricos. Las dos mujeres eran unas cerdas y deseaban más. Se levantaron a la vez y fue Elisa quien bajó al suelo una ensaladera de acero inoxidable. Se acuclilló colocándosela debajo del culo y al instante se puso a mear mientras era observada por su cuñado y su nuera. Al terminar, se puso de pie, con el chocho goteándole, y se apartó a un lado. Había llenado dos dedos de un caldo verdoso. Le tocó el turno a Adriana, que meó de pie sobre la ensaladera mediante un chorro muy disperso que salpicó incluso en el suelo, aumentando la capacidad dos centímetros más, tiñendo de más oscuro el tono verdoso. Entre las dos flanquearon a Curro y entre las dos le sujetaron la verga para que meara. El chorro salió potente hacia el interior de la ensaladera. Mientras meaba, ...
... ambas le acariciaban el culo y le besaban por los pectorales. El pis rebosó por el borde de la ensaladera. Había adquirido un tono amarillo oscuro. Mientras una se la sacudía, la otra le acariciaba los huevos. Después ambas se arrodillaron alrededor del recipiente, a los pies de Curro, y se colocaron a cuatro patas para sorber a la vez el caldo amarillento. Mario las observaba desde la puerta de la cocina sin que ninguno de los tres se hubiera percatado de su presencia. Había pedido permiso y había salido antes del trabajo. Las dos bebían como dos perritas, a los pies de su hermano, que volvía a sacudirse la verga para enderezarla. La ensaladera iba bajando de nivel. A veces se miraban y se morreaban con los labios mojados, para volver a hundir la boca en el líquido amarillento. Y al mismo tiempo, desde la entrada, Emanuel observaba al fondo a su padre asomado en la puerta de la cocina, masturbándose con alguna escena que acontecía en el interior. Se quedó estupefacto e inmovilizado. Le vio entrar y desaparecer de su vista. No se podía creer que su padre fuese también partícipe de aquella perversión. Alucinado, dio unos pasos hasta que pudo asomarse sin ser visto. Vio a su tío sentado en una silla y a su madre arrodillada entre sus piernas haciéndole una mamada, subiendo y bajando la cabeza a un ritmo veloz y constante mientras Curro le revolvía la melena. Vio la ensaladera en el suelo, medio llena, de un caldo amarillento, con salpicaduras alrededor. Y vio a su novia arrodillada ...